lunes, 29 de febrero de 2016

Porque si abres bien los ojos, puedes ver más allá de la realidad.


Llevo muchísimo tiempo sin escribir, lo sé, lo reconozco. Pero en mi defensa puedo decir que he estado escribiendo una historia con dos maravillosas escritoras. Una historia que os va a encantar y que os dejará colgados de la siguiente página (o entrada). Es una excusa como otra cualquiera, por supuesto, pero la diferencia entre esta y las demás excusas es que esta es real. No miento, lo prometo y no tendréis que esperar mucho tiempo para comprobarlo.

En fin, a lo que iba. He tardado mucho en escribir, pero aquí estoy de nuevo, frente al campo de batalla, armada hasta los dientes de letras llenas de vida.
¿Que si es una metáfora?
Puede ser, todos somos grandes metáforas de la vida, aunque si le preguntas a un nephilim te dirá que nos reducimos únicamente a polvo y cenizas. Nacemos de las cenizas de nuestro pasado y moriremos en las cenizas de nuestro futuro. Pero eso también es una metáfora porque aunque algún día seremos cenizas, no nacimos de ellas. Más bien nacemos como un pequeño capullo de rosa, rebosante de vida, color y delicadeza para después morir entre cenizas. Lo que yo decía, una metáfora.
Pero no voy a hablar de vida o muerte. 

La amistad es una metáfora que te enseña a ser persona, que forja tu carácter y te diseña por dentro y por fuera dentro de los límites de tus decisiones. Una gran metáfora. Confiamos en quien nos hace daño y daríamos nuestra vida por alguien que ya la ha dado por nosotros.
Fácil, ¿no? 
Pues no mucho. Más bien es un gran dolor de cabeza porque aunque todos tenemos claro los valores de la amistad (yo los tengo presentes todos los días), muy poca gente entiende lo que es una metáfora. Y excluyendo a Hazel Grace, me atrevería a decir que casi nadie. ¿Porqué? Pues bien, yo creo que siempre nos aferramos a algo a lo que puedan llegar nuestros pensamientos, y por eso, no creemos que nuestra vida esté basada en algo tan irreal e invisible como una gran metáfora. Nadie alcanza una idea que flota en el aire porque necesitamos un suelo firme para no deshacernos en lágrimas y necesitamos algo más que la esperanza para poder ser fuertes.

Creamos guerras, aquí y allá, se nos acaba el mundo cuando perdemos a alguien a quien amamos, dejamos caer bombas sin parpadear, si una lágrima se desliza por el rostro que nos necesita, lo abrazamos intentando salvarlo de cualquier miedo, algunos podrían tardar dos segundos en apretar el gatillo, otros cinco horas, otros no lo harían nunca y otros no necesitan ni pensarlo. Enemigo. Arma. Disparo. Tan sencillo como tomar la decisión de morir por amor o de matar por amor. No me digáis que no es una gran metáfora.
¿Morimos por amor y luego hacemos estallar la segunda guerra mundial?
También creo que eso es un gran efecto colateral de ser un ser humano. Cuando eres una persona, tu humanidad hace que a veces pierdas de vista tus prioridades, hace que a veces se nuble tu razón y sin embargo, tú, increíblemente, sigues funcionado. Por encima de todo y de todos, para liberar a aquellos que no quieres que se queden  debajo.


Como Hazel Grace, yo creo que la vida es una metáfora, pero mi mente mentalmente desorientada se aferra a un poco de realidad ( por muy contradictorio que suene) y esa realidad me lleva a pensar que a veces podemos escoger nuestra metáforas porque aunque no podamos resurgir de las cenizas (me encantaría ser un fénix, pero creo que con ser vampiro me llega), siempre tenemos elección y aunque a veces nuestras opciones sean totalmente impensables para nosotros, siempre queda un camino fácil y otro difícil. Siempre podemos decidir en qué realidad basamos nuestra metáfora. Podemos decidir si apretar del gatillo o si regalar nuestra vida para salvar otra.
¿Que si un sacrificio es complicado?
Por supuesto, pero en eso se basa un metáfora, en el límite creado entre lo fácil y lo difícil, entre la ironía y la verdad.

Yo ya tengo decidida mi elección. ¿Que si la llevaré a cabo? Ni idea, quiero pensar que sí, pero nunca se sabe con las personas. A veces no tenemos suficiente valor como para sacrificarnos pero tenemos demasiado como para parpadear en el momento decisivo y como esto es una metáfora, yo decido basarla en la realidad de que algún día, cuando tenga que decidir, seré valiente, me sacrificaré y escogeré el difícil camino de mirar a los ojos antes de disparar. Y si eso me hace dudar, mejor porque aunque tenga alma de guerrera, no tengo ningún derecho a arrebatarle la elección de vivir a nadie.

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